¿Quién ganaría en una pelea, Batman o Superman? ¿Quién no se ha preguntado esto alguna vez, al menos, en su vida? Pues imaginemos ahora reformular esta importantísima disyuntiva y plantear quién saldría victorioso en un enfrentamiento entre Martin Scorsese y Luis García Berlanga. Una batalla cultural, por supuesto, y en ella tiene mucho que decir la literatura y cómo los nuevos escritores están reformulando el género policíaco para romper los viejos estereotipos del mundo anglosajón. Uno de estos escritores, el barcelonés Octavi Pina, cuenta con un ejemplo perfecto en su novela Almas durmientes, una historia muy visual y que resulta muy sencillo imaginar adaptada al cine.
Hay dos elementos que me llaman poderosamente la atención en una novela policiaca a la hora de elegirla como mi próxima lectura: su localización y que tenga al menos un personaje emblemático, un protagonista franquicia, por así decirlo. Lógicamente, hay muchos más rasgos que son importantes para considerar que un thriller es muy recomendable, como el ritmo, la trama, los diálogos, pero no se trata de factores que uno pueda valorar, mucho menos con la profundidad que requieren, antes de leer el libro. Por tanto, si estamos pensando qué leer, es muy importante que un libro sea capaz de seducirnos en un par de pinceladas, y considero que esas dos son muy importantes.
El escenario en el que un autor elige ambientar su novela puede parecer un elemento sin más, pero puede suponer un soplo de aire fresco muy importante en una historia. Hasta hace no mucho, este tipo de novelas solían suceder en algún ambiente turbio y gris como Nueva York o Londres, un Chicago de principios del siglo pasado, un decorado del cine en blanco y negro de detectives; un ambiente, en definitiva, siempre ligado al mundo anglosajón, estandarte del género, y que se antojaba como necesariamente más sofisticado que, por ejemplo, el mundo rural español. Era como enfrentar la estética de Scorsese a la de García Berlanga. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, numerosos autores patrios están desafiando esta premisa, y con un notable resultado. Es el caso de Octavi Pina (Barcelona, 1990) cuya novela Almas durmientes está ambientada en su ciudad natal. Es cierto que Barcelona ni es rural ni es una ciudad pequeña, pero ilustra perfectamente el tema del que hablamos porque tampoco es anglosajona, y porque sus personajes y casos son genuinamente de aquí.
En efecto, Octavi Pina se inspiró para la historia que narra en Almas durmientes en un caso real ocurrido en la Ciudad Condal hace ya muchos años, la aparición de un cuerpo desmembrado y repartido entre varios contenedores. Pina tiró de imaginación rememorando este caso y el resultado es una novela trepidante que pone de relieve más que nunca el sello personal de este autor: diálogos directos y menos uso del texto puramente descriptivo. Las novelas de Octavi Pina, que ya tiene otras dos del mismo género en su haber, funcionan así, el peso de la narración recae sobre los personajes, sobre lo que dicen y lo que callan, y no tanto sobre lo que el escritor nos cuenta de ellos. Además, cuando uno menos se lo espera, Pina ataca por la espalda y le clava un giro de guion que no se esperaba. El narrador omnisciente del lado del villano, tal vez, decidido a marear al lector.
Un ejercicio divertido es imaginar a ciertos escritores españoles como directores de cine. ¿Qué pasaría si tu escritor favorito hubiera dirigido esa película que te vuelve loco? Si Octavi Pina fuera cineasta, sus películas serían un bofetón detrás de otro, sin apenas respiro, un poco como Mira cómo corren de Tom George. Pero sus diálogos sí que serían muy de Scorsese, y quizá el montaje fuera más Tarantino. Pero no puede ser nada de esto porque al final su obra demuestra que García Berlanga le gana la partida a Scorsese. Que la profundidad de Bienvenido, Mister Marshall es mayor que la de Shutter Island. Y no se debe a otra cosa que a su localización y a sus personajes.
Suele decir la agente literaria Eva Fraile que nunca hay que acabar un capítulo con un «Apagó la luz y se fue a dormir», y desde luego que Octavi Pina es de la misma escuela. El que no se va a ir a dormir (y tal vez tampoco apagará la luz en una temporada) es el lector. Esto siempre es de agradecer, estaremos de acuerdo, pero, repito, no es algo que pueda saberse antes de abrir el libro. Así que me gustaría continuar con el otro elemento que más me llama la atención a la hora de elegir una novela negra que llevarme a la cama, y perdonen el atrevimiento, pero no se me ocurre mejor forma de expresar la intimidad que debe existir entre un lector y la obra que de verdad desea disfrutar que el hecho de leerla a la luz de la lamparita de la mesita de noche.
Hablábamos antes del personaje franquicia, término quizá un poco forzado, pero que creo que ilustra bien lo que significan este tipo de protagonistas, inspectores, policías en su mayoría, civiles con otro tipo de ocupación las menos de las veces, pero que actúan como hilo conductor en muchos casos, incluso sus vidas dan para capítulos aparte, si bien es importante que nunca los lleguemos a conocer del todo, que obtengamos de ellos algunas luces pero que casi todo lo demás sea sombra. En el thriller, como en el erotismo, y es la última licencia que les voy a pedir que me dispensen, lo más importante es lo que imaginamos.
Así es Joan Molins, el inspector al que Octavi Pina lleva a los mismísimos infiernos para construir una personalidad a la altura de la trama en la que vive. Porque Almas durmientes no podría resultar tan impactante si su protagonista fuese un santo varón, figura esta que, por cierto, cada vez está más en desuso. Por tanto, la elección de este tipo de personajes para «llevarnos» por la historia, o para vivirla junto a ellos, si se prefiere, contribuye a generar una cierta familiaridad en el lector, que siempre se sentirá más apelado por esa historia a cuyo protagonista ya conoce, eso sí, si el autor se lo ha sabido ganar. Y aquí influye mucho la construcción del claroscuro de la vida de ese personaje, porque así siempre tendremos la necesidad de conocer más, de saber qué le pasó al inspector Molins, al bueno de Joan, por qué es así.
Almas durmientes es, creo yo, un equilibrio cuidadosamente construido entre todos esos elementos. Una historia que rompe con el thriller clásico, pero que a la vez tiene elementos que la hacen fácilmente reconocible, que tiene un personaje identificable como principal, con rasgos típicos, pero que tiene también un trasfondo que no se parece a nada y que lo hace único. Una novela que llama la atención sin necesidad de abrirla, pero que, una vez abierta, es mucho mejor de lo que parecía, además de una narración muy visual que es muy fácil imaginarse adaptada al formato audiovisual.